“Ya tengo entradas para diez películas, pero todavía tengo ganas de sacar para cinco más” dice Irina en la cola para entrar a ver “Bronco Bullfrog” en el Shopping Abasto. “Todos los años vengo, es casi ritual para cualquiera que se precie de cinéfilo. Por la facultad consigo pagar con descuento, pero por poca plata se pueden ver muchísimas películas muy buenas y que no se ven en ningún otro lado, a menos que las bajes de Internet”.

Irina es estudiante de cine en la Universidad de San Telmo, y desde el 7 de abril que dice “vivir” dentro del Shopping para ver la mayor cantidad de películas que ofrece el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI). El mismo se lleva adelante desde el año 1999 y si bien año a  año crece la cantidad de espectadores que asisten, en el 2010 ya superó los 200 mil espectadores.

En la cola para entrar a la sala se puede observar que si bien el público e de diferentes edades, tienen elementos en común con Irina y sus amigas. Más allá de los estereotipos que uno puede imaginar sobre los estudiantes de arte, y de las charlas que surgen entre personas que van a ver un tipo distinto de películas, hay un elemento que brilla por su ausencia: el pochoclo. La golosina que en los últimos años se ha hecho icono del cine desaparece en estos espectadores que ponen distintos tipos de excusa para no consumirlo.

“Yo pienso que es una diferencia poco relevante, pero hace al espectador del Bafici. Acá no venimos a consumir los grandes tanques de Hollywood, en este tipo de Films uno pretende tener una experiencia más reflexiva, que implica otra mirada. Y de hecho ya es bastante chocante ver cine independiente en un centro comercial como este” afirma Irina.

Justamente cada año los organizadores suman nuevas sedes para las proyecciones y difieren bastante de la propuesta de un Shopping: los cines Atlas Santa Fe, los complejos Arteplex, el teatro San Martín, el Malba, o la Alianza Francesa entre otros. Si bien son lugares donde se encuentra “la cultura oficial”, los espacios se manejan distinto y se nota en las caras de los que concurren. En la boletería más grande del Abasto donde se concentra la mayor cantidad de personas haciendo consultas y sacando entradas se pueden ver la impaciencia y el agobio de tanto ruido y personas reunidas en un solo lugar.

Sin embargo este esfuerzo vale la pena, ya que otra cosa en común de los espectadores es que muy pocos se conforman con ver solo una película. La mayoría admite tener entradas para ver como mínimo cuatro y que siempre tienen la intensión de seguir viendo más. La programación del Bafici es inabarcable pero igualmente quieren ver la mayor cantidad de películas posibles porque como indicaba Irina, es el único lugar donde se proyectan. “Excepto “The White Ribbon” que estuvo compitiendo con “El secreto de sus ojos” en los Oscars, todas las demás no las vas a ver en ningún lado. Y si bien podes tratar de copiarla y verlo en DVD en tu casa, uno se pierde la experiencia de verlo en la pantalla gigante con la sala oscura y todo lo que eso implica” comenta Pablo que estudia Filosofía y Letras en la UBA.

El festival está hasta el 18 de abril y todavía quedan muchas películas y actividades programadas para llevarse a cabo. Entre ellas se encuentran las proyecciones gratuitas al aire libre, Workshops, entrevistas con directores y presentaciones musicales. Uno de las actividades más frecuentadas este año fue los Animationbox para las chicos donde pueden crear su propia película y luego ser proyectada.

Si bien son dos semanas maratónicas, los espectadores están convencidos de hacer el esfuerzo ya que una vez dentro de la sala, se apaga la luz y las imágenes los transportan a historias más complejas con realizadores fuera de la común.